Las elecciones que podrían cambiar el futuro del presidente Trump

Foto: Jim Watson, AFP.

Una encuesta reciente de ‘The Washington Post’ lo dice todo sobre las elecciones de mitad de término que se realizan hoy en Estados Unidos. Nueve de cada diez republicanos piensan que un triunfo de sus rivales en las legislativas sería “pésimo” para el país. Nueve de cada diez demócratas piensan lo mismo del desenlace contrario.

Tomado de: El Tiempo.

Dos años después de la victoria de Donald Trump en las presidenciales del 2016, los estadounidenses regresan a las urnas más divididos que nunca y en medio de un campaña electoral que ha sido catalogada como la más sucia en la historia reciente y que le da una ventaja leve a los demócratas, según los sondeos.

Aunque el nombre de Trump no está en los tarjetones, los comicios, no hay duda, serán un referendo sobre a su gestión con implicaciones mayúsculas de cara al futuro: un triunfo republicano daría el visto bueno a las políticas antiinmigrantes y nacionalistas que ha empujado el presidente y confirmaría un giro hacia la derecha.

Una victoria demócrata sería interpretada como un rechazo a lo que Trump representa y un freno frente a los aspectos más polémicos de su agenda. Los altos niveles de animosidad se han traducido en niveles de participación que están rompiendo todos los récords.

Según resultados preliminares, casi 40 millones ya sufragaron por adelantado. Eso es un 30 por ciento por encima del total de esa opción en las elecciones del 2014 y algo nunca antes visto.

El Senado es primordial para los dos partidos

A diferencia de la Cámara, el Senado renueva un tercio de sus curules cada dos años. Hoy serán 35, que fueron las que llegaron en el 2012 (tienen periodos de seis años).
En el caso de los demócratas, el panorama es duro, pues de los 35 escaños, 26 son de miembros de ese partido y solo 9 son republicanos.

Es decir que para recuperar el control de este órgano (51 asientos), deben defender los 26 en juego y arrebatar al menos dos a los republicanos. Lo más grave para ellos es que 10 de esos están en estados en los que Trump ganó en el 2016 y suelen inclinarse hacia los republicanos.

Las cuentas son así: los republicanos arrancan con 42 fijos (que no serán votados). De los 9 en juego hay 4 prácticamente asegurados (Mississippi, Nebraska, Utah y Wyoming) y otros 3 (Texas, Tennessee, y el segundo escaño de Mississippi) donde sus candidatos lideran las encuestas por más de 8 puntos.

Es decir, tendrían en el bolsillo al menos 49. A esa cuenta se sumaría el asiento que tiene la demócrata Heidi Heitkamp en Dakota del Norte, un estado republicano y que la castigaría por votar en contra de la confirmación de Brett Kavanaugh a la Corte Suprema.

En otras palabras, con los prácticamente fijos (50), los republicanos ya tendrían la mayoría, pues cuando en el Senado se da un empate, el voto decisorio lo pone el vicepresidente, que en este caso es Mike Pence.

Los republicanos incluso podrían aumentar su mayoría en el Senado si triunfan en Arizona y Nevada, e incluso tienen posibilidades de arrebatarles a los demócratas al menos otra curul: la de Claire McCaskill en Missouri, otro estado que suele preferir al partido del elefante.

La Cámara de Representantes, opción abierta

Los demócratas tienen 194 asientos; los republicanos, 235 y hay 6 vacantes. Pero como cada dos años, este martes estarán en juego las 435 curules de la Cámara.

En teoría, la oposición necesita mantener los que ya tiene y recuperar 24 entre los vacantes y los que hoy son de republicanos. Dada la distribución política del país, gran mayoría de los asientos se ubican en zonas donde cada partido tiene casi asegurado el triunfo.

Por ejemplo, en Phoenix, Arizona, donde está el distrito que representa el colombiano Rubén Gallegos, los republicanos ni siquiera han puesto un candidato. Según las encuestas, los demócratas ya tienen ‘asegurados’ 194 asientos y los republicanos, otros 175.

Sin la Cámara, Trump tendrá que abandonar promesas como la del muro en frontera mexicana

En otras palabras, el control de la Cámara será definido por los resultados en unos 66 distritos que en este momento se consideran competitivos. El problema para los republicanos es que casi todos los asientos considerados ‘competitivos’ están ocupados por miembros de este partido.
Y un porcentaje importante de ellos –más de la mitad– son de estados en los que Hillary Clinton ganó en las elecciones del 2016 y representan un voto relativamente urbano, más joven y de altos ingresos, que en este ciclo legislativo se inclina por los demócratas.

En particular, de mujeres de raza blanca con educación superior, entre 18 y 29 años y minorías que se sintieron traicionadas por la victoria de Trump y están motivadas.

El Cook Report y el 538 de Nate Silver (encuestadores políticos) ponen en un 80 por ciento los chances de un triunfo demócrata. La pregunta para estos es qué tan grande sería la barrida. Pero nadie canta victoria, pues los sondeos se equivocaron en los comicios del 2016 al predecir una derrota de Trump.

Gobernaciones, el resultado menos clave

El mapa de las gobernaciones es, de alguna manera, diametralmente opuesto al del Senado. En la actualidad, de los 50 estados del país, 33 son controlados por republicanos, 16 por demócratas y un independiente del partido verde.

En solo 36 habrá elecciones. Pero en 26 de ellos, el actual gobernador es un republicano, mientras que solo 9 son demócratas más el independiente.

Es decir, los republicanos llegan a la defensiva y enfrentan duras batallas en estados que se inclinan por lo general por demócratas o son de los considerados swing states (o estados que oscilan en cada ciclo electoral).

La mayoría de los modelos indican que los demócratas, como mínimo, podrían recuperar 8 escaños netos con triunfos en Florida, Nuevo México, Ohio, Illinois, Wisconsin, Michigan, Maine y Iowa. Mientras los republicanos solo recuperarían un escaño, que es el que dejó vacante el independiente en Alaska.

Es decir, los primeros quedarían con 24 gobernaciones y los segundos, con 26. Pero existe la posibilidad de sorpresas en Georgia y/o Alaska, que les permitiría a los demócratas controlar más de la mitad de las gobernaciones del país.

Una de las carreras más interesantes es precisamente Georgia, donde Stacey Abrams podría convertirse en la primera afroamericana en llegar a ese cargo, en un estado muy conservador.

La dinámica política podría sufrir un vuelco total

Dado lo estrechas que están muchas carreras y el margen de error que existe en las encuestas, los modelos no descartan escenarios extremos. Como el de una barrida demócrata que les permita recuperar el control de la Cámara, el Senado y la mayoría de las gobernaciones, lo cual sería un desastre para Trump. U otro en el que los republicanos logran retener ambas Cámaras, que se traduciría en rotundo triunfo para el presidente.

Pero la mayoría le apunta a un desenlace mixto en el que los demócratas ganan la Cámara y recuperan varias gobernaciones, y los republicanos retienen y amplían la mayoría en el Senado.

Lo más probable es que Trump, que no suele reconocer derrotas, lo venda como un empate, alegando que su papel permitió limitar las pérdidas en la Cámara, que son normales cuando un partido está en control de la Casa Blanca y el Congreso, y antes ampliar ventajas en la Cámara Alta.

Sin ser un escenario perfecto, los demócratas también clamarán victoria, pues estarían recuperando el poder en la Cámara tras ocho años y demostrarían que hay un movimiento anti-Trump.De lo que sí no hay duda es que en la práctica, un resultado semejante cambiaría la dinámica política.

Sin la Cámara, Trump tendrá que abandonar promesas como la del muro en la frontera con México, otra reforma tributaria o el fin de la reforma de la salud que se aprobó durante la administración de Barack Obama.

Así mismo, y dado que una de las atribuciones de la Cámara Baja es hacerle control al Ejecutivo, lo más probable es que lancen un sinnúmero de investigaciones contra el Presidente y los miembros de su gabinete que antes no habían podido avanzar.

La Cámara, además, puede exigir la entrega de documentos y el testimonio de funcionarios de la administración bajo juramento.

Ya se habla, por ejemplo, de que le apuntarán a revelar la declaración de impuestos de Trump –que no la ha querido hacer pública, como sí lo han hecho otros presidentes–. Y tienen el poder de autorizar un juicio de destitución contra el presidente, que no prosperaría porque se necesitan las dos terceras partes del Senado.