Los archivos de canales y programadoras están llenos de telenovelas, series y otras producciones pospuestas o canceladas a última hora.
Es difícil no reflexionar sobre el episodio en el cual se han visto envueltos el alicaído Canal RCN y el intrépido Pirry, quien después de un año sabático –financiado en parte por ese canal– vio cómo se frustró su regreso a sus aventuras periodísticas.
Con renovados bríos, Pirry estaba trabajando en una propuesta que fue bien recibida en el canal, que por cierto ha sido su casa desde 1999 y donde, como él mismo lo reconoce, nunca ha sido censurado. El malogrado proyecto no solo era un programa para pantallas de televisión, sino que se complementaba con contenidos digitales; un plan muy ambicioso. Durante varias semanas armó un equipo de más de 20 personas, con el cual realizó un piloto –un programa de prueba– que en términos generales recibió el visto bueno del canal.
Así las cosas, a finales del año pasado se decidió que el programa empezaría a emitirse en la última semana de enero, pero unos días antes Pirry recibió un mensaje de texto donde le notificaron que el proyecto se cancelaba y lo citaron a una reunión en la sede del canal, en la que le confirmaron el triste desenlace. ‘Game over’. A esas alturas ya habían empezado a rodar los rumores entre periodistas y las conjeturas en redes sociales acerca de los supuestos motivos que llevaron a la suspensión del programa.
La teoría más taquillera es la presunta presión ejercida por Mauricio Lizcano, presidente del Senado, para impedir que se divulgara una investigación que lo involucraba a él y a su familia con la adquisición irregular de unos terrenos en Risaralda, tesis que, desde luego, es negada tanto por el congresista como por el canal. A su vez, Pirry no desmiente ni confirma la versión y cuando le pregunté si se sentía censurado me dijo que en realidad se sentía “desconcertado” por ese cambio de parecer de las directivas del canal.
En este punto hay que decir que, si bien esta fue una decisión abrupta, no es la primera vez que una empresa de televisión aborta un proyecto en vísperas de sacarlo al aire. Los archivos de canales y programadoras están repletos de telenovelas, realities, series y otras producciones que han sido pospuestas o canceladas a última hora por cuestiones de dinero, tiempo, rating, etcétera. Teniendo en cuenta el alto presupuesto que requería cada programa de Pirry, y considerando la relación costo/beneficio, tiene cierta lógica que el canal haya preferido dejar quieta la parrilla, con los espacios actuales, mucho más baratos de producir. Sobre todo ahora, con la crisis generada por la caída de la pauta publicitaria.
No soy el más ferviente defensor de RCN, pero creo que en esta ocasión algunos quieren hacer leña del árbol caído. Y aunque hasta hoy ninguno de los afectados con la cancelación del proyecto está en capacidad demostrar que en efecto se trató de un acto de censura, lo cierto es que este episodio solo ha dejado perdedores; empezando por la audiencia, que se quedó sin un programa periodístico que en el pasado reciente ha contado con el respaldo de los televidentes.
Desde luego, también pierden Pirry y su equipo, que quedó a la deriva; aunque el canal les cumplirá el contrato inicial hasta finales de marzo. Así mismo, perdió RCN, pues el manejo errático que le dio a la situación alimentó las especulaciones alrededor del tema. Por otra parte, perdió la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip), pues me parece que su presidente se precipitó al demandar por censura a Lizcano, sin una prueba contundente.
Como si fuera poco, en este tipo de situaciones suelen aparecer oportunistas que, tras una fingida solidaridad, solo buscan saldar cuentas con un tercero. Esta vez no han faltado quienes quieren vengarse soterradamente del canal o sus directivas.
Quizás estoy pecando de ingenuo, pero en esta oportunidad le creo a RCN. Y a Pirry.