20 Agosto 2019.
Foto: segundoenfoque.
Por: Luis Carlos Peña /El Nuevo Siglo.
“¿Desaparecerán los jibaros y cesará la horrible noche?
En pleno siglo XXI el mundo permanece encadenado a proyectos ilusionistas, que al mencionarlos nos trasladan a otros planetas, terminando hipnotizados, soñando maravillas.
Estos magos de la política pretenden realizar los mismos trucos del grupo de “Los Ilusionistas” que triunfalmente se presentó en nuestra capital hace unas semanas.
Quieren comportarse como el médico supersónico experto en diagnosticar enfermedades, tan buen profesional que logra en un solo instante fraccionar el cuerpo sin anestesia de su paciente, logrando al final de la intervención quirúrgica despertarlo en un magnífico estado de salud.
La legalización de la droga se ha convertido en un argumento ilusionista, en un país de productores y traficantes, donde Colombia está más amenazada, en términos de su misma supervivencia, que cualquiera otra nación por cuenta del narcotráfico.
Ante la ineficacia demostrada en la represión, deberíamos preguntarnos cuáles serían las implicaciones para el país de una legalización internacional del tráfico y el consumo de la droga.
Piensan los magos ilusionistas que ello traería una baja sustantiva en los precios. Sería fascinante en el campo económico, pero gravísimo en lo humano.
A los que disfrutan los cuentos de hadas, que aún no conocen los efectos nocivos de los estupefacientes, los invito a pegarse ‘un cachito’ por curiosidad en una noche romántica o literaria, sé que muchos lo hacen.
¿Será una realidad que desaparecerán los jibaros y cesará la horrible noche legalizando la droga?
Argumento utópico, igual al del siglo XVI, en el que Tomás Moro creaba un mundo ideal donde se conceptualizaba y comenzaba a emplear la idea de un mundo creado para designar ese estado de cosas idílico que muchas veces nos formamos en nuestra mente, pero que al mismo tiempo y por determinadas condiciones de vida era difícil de concretar en la realidad.
En el caso de un menor de edad o un adolescente que pruebe por primera vez un alucinógeno, ¿deseará seguir consumiendo hasta tocar fondo?
Casi en un alto porcentaje comprobaremos que sí es posible. Por lo tanto el jíbaro, que al principio le regalaba o daba a precios bajos el alucinógeno, al darse cuenta de la ansiedad del adolescente por seguir consumiendo, ya tendrá vía libre para elevar el precio a sus antojos.
Si lo miramos desde el punto de vista de la oferta y la demanda, los precios en productos populares, como las gaseosas, tienen su propia variación según el clima. Una gaseosa en clima frio puede tener un precio moderado, pero en un clima cálido el turista estará dispuesto a pagar lo que sea con tal de calmar su sed.
Igualmente sucederá con una persona que se haya convertido en esclava de los alucinógenos, el jíbaro despiadadamente se aprovechará de su ansiedad, le cobrará a su gusto sus deseos desaforados por adquirir la droga prohibida.
Álvaro Gómez Hurtado decía: “La prohibición de las drogas no es sino una fachada jurídica que nada tiene que ver con la realidad y que para lo único que sirve es para disimularla”.