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Todo el mundo reclama legitimidad, pero nadie la respeta. Se valen de los más variados sofismas de distracción y de cuanta mentira existe, para reclamarla cuando les conviene, o mancillarla cuando los perjudica.
Ahora todo está montado sobre la legitimidad en torno al Acuerdo de paz con las Farc. El gobierno, con base en las normas existentes, decidió enviarlo al Congreso que es el órgano idóneo para refrendarlo y blindarlo contra cualquier gobierno guerrerista que pueda suceder al actual.
Se tuvieron en cuenta los centenares de puntos que los “noistas” entregaron al gobierno, muchos de ellos inocuos que solo buscaban dilatar el desarrollo del proceso. Unos pocos, como la elegibilidad no fueron admitidos por las Farc, que generosamente los estudiaron. Los del no, no aceptan que exguerrilleros sean parlamentarios. Aun recordamos la época durante la cual paras y narcos tenían el 35% del Congreso. Los “noistas”, querían pan y pedazo.
Los uribistas, por ejemplo, consideraron que el plebiscito no les servía y que lo desconocerían, porque pensaron que perderían. Acusaron al Consejo Electoral que hacer fraude. Pero cuando lo ganaron, fue bueno y legítimo a pesar de la precariedad del margen.
Pero la fortaleza del Acuerdo es tal que sale como el “ave fénix”, porque nuestras leyes y nuestra Constitución permiten su aprobación y su puesta en marcha, así los agentes del desastre quieran que sigamos en guerra.
El “asesinato mediático” del que hablaba en su columna la exministra Cecilia Álvarez, se aplicó durante el plebiscito, como lo confesó orgullosamente el director de la campaña uribista. Ahora se practica de nuevo, a las fórmulas para la refrendación del Acuerdo.
Colombia no podrá salir adelante, mientras Uribe y sus febriles seguidores, crean que sigue siendo Presidente. Y mientras se crea con patente de corso para desacreditar al país y a las gentes que no comulgan con él. Es al único que le aplauden la “traición a la Patria. Es una “manzana podrida” en nuestra canasta de la convivencia, la recuperación, la corrección y la paz. A Uribe se le permite todo, porque aún hay quienes quieren la guerra, las motosierras, la destrucción, porque constituyen jugosos negocios.
Vale la pena que la dirigencia, el país elector y el país abstencionista, piensen más en la patria, que en sus propios intereses y que olviden, por ahora, sus ambiciones políticas y electoreras del 2018. Una pausa que nos abra el halagüeño panorama.
BLANCO: Que las niñas vuelvan a ser las “Reinas del Hogar”, no de nocivos concursos para ciertos intereses.
NEGRO: Muchos se preguntan: ¿a quién representa Ordóñez?