El reconocido novelista Stephen King en una entrevista con la periodista Jessica Lahey (JL) del diario The Atlantic, dio algunos consejos sobre cómo escribir.
En la entrevista, hablaron sobre su obra “Escribiendo: una memoria de la artesanía” (“On Writing: A Memoir of the Craft”), en la cual King, explica su visión sobre la gramática y da su opinión del por qué es fundamental encontrar un buen material literario que apasione a cada persona.
JL: Usted escribió que enseñó gramática “con éxito”, ¿cómo medía el éxito cuando estaba enseñando?
Stephen King (SK): El éxito es mantener la atención de los estudiantes, para empezar, y luego llevarlos a ver que la mayoría de las reglas son bastante simples. Siempre me empecé por decirles que no se preocupe demasiado con cosas como verbos de conjugaciones extrañas sino que sólo recuerden hacer oraciones donde concuerden el sujeto y el verbo. Es como decimos en Alcohólicos Anónimos: “Mantenelo simple, estúpido”.
JL: Cuando la gente me pide que nombre mis libros favoritos, tengo que pedirles que especifiquen: ¿para leer o para enseñar? Al final de “On Writing” publica una fantástica lista de libros recomendados para leer, pero ¿cuáles fueron sus libros favoritos para enseñar, y por qué?
SK: Cuando se trata de la literatura, la mejor suerte que he tenido con los estudiantes de secundaria fue enseñando un largo poema de James Dickey “Cayendo” (“Falling”). Se trata de una azafata que ha sido eyectada de un avión. Se dan cuenta al instante de que es una larga metáfora de la vida misma, desde la cuna hasta la tumba, y les gusta el lenguaje rico. Tuve buen éxito con “El señor de las moscas” y cuentos como “Gran Rubia” y “La Lotería”. (Discutieron incansablemente ese, todavía sonrío al recordarlo). Nadie pone un libro de gramática en su lista recomendados, pero “Elementos de Estilo” sigue siendo un buen manual. Los niños lo aceptan.
JL: Usted escribió: “Uno simplemente puede absorber los principios gramaticales de la lengua materna en la conversación y en la lectura, o no hacerlo” Si esto es cierto, ¿por qué enseñar en absoluto gramática en la escuela? ¿Por qué preocuparse por enseñar gramática y los usos de la palabra?
SK: Cuando nombramos las partes de cada oración, nos quita el misterio y transforma el escribir en un problema que puede ser resuelto. Solía decirles que si se pudiera armar un modelo de coche o montar un mueble siguiendo direcciones, podrían escribir una frase. Sin embargo, la lectura es la clave. Un niño que crece escuchando “A yo no me importa” sólo puede aprender “mi” leyéndolo una y otra vez.
JL: Aunque me encanta enseñar gramática, estoy en conflicto acerca de la utilidad del análisis sintáctico. ¿Enseñó ésto? Y si es así, ¿por qué?
SK: Lo enseñé, siempre empezando por decir: “Esto es por diversión, como resolver un crucigrama o un cubo de Rubik”. Les dije que había que abordarlo como un juego. Les di las oraciones como tarea pero prometí que no lo tomaría en un examen, y nunca lo hice. ¿De verdad enseña análisis sintáctico? ¡Bien por usted! Creía que ya nadie lo hacía.
JL: En la introducción de “Elementos de Estilo” de Strunk y White, este último relata la instrucción de William Strunk para “omitir palabras innecesarias”. Mientras que sus libros son voluminosos, su escritura sigue siendo concisa. ¿Cómo se decide qué palabras son innecesarias y que las palabras son necesarias para la narración?
SK: Es lo que oímos en la cabeza, pero nunca es correcto la primera vez. Así que hay que volver a escribirlo y revisarlo. Mi regla de oro es que un cuento de 3 mil palabras debe reescribirse hasta 2500. No siempre es cierto, pero la mayoría de las veces lo es. Tienes que sacar las cosas que están allí sentadas sin hacer nada. ¡No hay vagos permitido!
JL: Por extensión, ¿cómo pueden los profesores de lengua ayudar a los estudiantes a reconocer qué palabras es necesario ajustar en su propia escritura?
SK: Siempre hay que preguntar estudiante-escritor, “¿Qué quieres decir?” Cada frase que responde a esa pregunta es parte del ensayo o cuento. Cada frase que no, tiene que salir. Yo no creo que sean las palabras en sí mismas, son las frases. Yo solía darles una elección, a veces: o bien escribir 400 palabras sobre “mi madre es horrible” o “mi madre es maravillosa”. Cada oración tiene que ser acerca de la elección. Eso significa dejar a tu papá y tu pequeño mocoso hermano fuera de el texto.
JL: En “On Writing” identificó algunas frases que deberían ser extirpadas de la redacción de todo escritor: “En este momento del tiempo” y “al final de la jornada”. ¿Cuáles son las nuevas frases molestas que estarías dispuesto a compartir? (La mía es “por accidente.”)
SK: “Algunas personas dicen” o “muchos creen” o “el consenso es”. Ese tipo de atribución perezosa me dan ganas de patear algo. También, en mi humilde opinión, LOL y similares.
JL: Usted escribe que “es imposible hacer un escritor competente de un mal escritor”. Si es así, ¿cómo deben los docentes de escritura proceder cuando se trata de nuestros alumnos menos talentosos?
SK: Pregúntate a ti mismo lo que necesitan para salir adelante en la vida, una base mínima (como llenar una solicitud de empleo), y concentrate en eso. A veces puede ser tan simple como escribir -como ejercicio en clase- instrucciones sobre cómo llegar desde el punto A de la ciudad hasta el punto B. Se preocupan bastante, al menos en un princiopio. Puede ser muy divertido. Mis estudiantes terminaban gritándose el uno al otro, “¡No, no, en la torre de agua hay que girar a la izquierda! “Cosas como esas.
JL: La gran escritura a menudo se encuentra en el punto óptimo entre el dominio gramatical y la tensión cuidadosa de las reglas. ¿Cómo sabes cuando los estudiantes están listos para comenzar esa flexión? ¿Cuándo debe un maestro hacer a un lado su lapicera roja y dejar que esos modificadores se pongan en juego?
SK: Yo creo que hay que asegurarse de que saben lo que están haciendo con los modificadores del argumento, esas frases fragmentarias y correr en esas digresiones repentinos. Si usted puede conseguir una respuesta satisfactoria a “¿por qué escribió de esa manera?”, están bien. Y -vamos, profe- sabes cuando es a propósito, ¿no? ¡Confesá!