‘Make Twitter great again’

La salvación de esta red social depende de la forma como afronten el reto de reinventarse, recuperando la esencia y sin descuidar a los usuarios.

Primero fue ICQ; después, el Messenger de Microsoft; luego, el Yahoo Messenger, y más tarde el turno les correspondió al Messenger de Blackberry y a MySpace. En sus tiempos de esplendor, a nadie le cabía en la cabeza la idea de que estos gigantes de la tecnología podrían dejar de existir. Pero, aunque parecían imprescindibles, lo cierto es que desaparecieron del mapa. ¿Será Twitter el próximo?

Yo empecé a usar Twitter a mediados de 2008, cuando por aquí mucha gente pensaba que esa palabreja era la marca de un detergente o el apellido de un político lituano. Llegar a esta red de ‘microblogging’ era internarse en un universo en el cual las personas más influyentes y las instituciones más prestigiosas compartían sus opiniones y contenidos. En esa época la fortuna le sonreía a esa plataforma y el valor de sus acciones parecía dirigirse al infinito y más allá.

Sin embargo, de un tiempo acá las cosas han dado un giro dramático y, según los reportes publicados la semana pasada, el valor de la compañía ha disminuido de manera drástica. En medio de rumores sobre una posible venta que al final nunca se produjo, 2016 resultó bastante tormentoso para la compañía fundada diez años antes, en San Francisco. Según Bloomberg, en cuestión de tres años el valor de la empresa pasó de 34,239 millones de dólares a 9,117 millones de dólares, que es su valor actual. Sin duda, una noticia poco alentadora no solo para accionistas y ejecutivos de la compañía, sino para los usuarios, cuya cifra, por cierto, está estancada en unos 319 millones de usuarios activos, pese a que los usuarios registrados superan los 1,000 millones.

Y si la noticia es regular en cuanto al número de usuarios, en términos bursátiles la situación no es mucho mejor. Twitter, que cotiza en bolsa desde 2013, ha visto un desplome continuo de sus acciones, que ayer se cotizaban a 16,57 dólares cada una, un precio muy inferior a los 69 dólares por acción que alcanzó a tener a comienzos de 2014.
Son muy variadas las razones que servirían para explicar el momento difícil que atraviesa Twitter, empezando por el ineficiente control que la compañía ejerce sobre las cuentas que se usan para el matoneo sistemático entre usuarios. Es de tal dimensión el problema que la propia compañía anunció medidas para evitar que las personas que han sido suspendidas abran nuevas cuentas. Falta ver qué tan efectivos resultan esos mecanismos, pero la verdad es que yo no me hago muchas ilusiones.

Otro problema que Twitter no ha sabido manejar, pese a las innumerables denuncias, es el de la propagación de mentiras e información tendenciosa; así como la difusión de material ofensivo, como esos cuerpos amputados o cadáveres en charcos de sangre, que tanto les gusta publicar a los del Centro Democrático, empezando por Álvaro Uribe. Y si a esto sumamos la inmensa cantidad de cuentas dedicadas a la pornografía, el panorama se pone aún más confuso.

Así las cosas, Jack Dorsey –uno de los fundadores y actual CEO de Twitter– tendrá que esforzarse mucho para devolverle a su red social la credibilidad y la rentabilidad perdidas. Pero la salvación no va a llegar solo aumentando la extensión de los trinos, ni gracias a los escándalos de Trump, que sirven para armar alboroto, pero no para mejorar la experiencia tuitera.

La solución depende de la forma como Dorsey y su equipo afronten el reto de reinventarse y evolucionar, recuperando la esencia y sin descuidar a los usuarios. Ojalá no sea demasiado tarde.

Colofón. ¿Dónde están los defensores de la familia, como Viviane Morales, Alejandro Ordóñez o María del Rosario Guerra, para defender niños violados por un cura en Cali? ¿Cuándo convocan una marcha contra la pederastia?

Tomado de: eltiempo.com