12 agosto 2020 –
Por: Arturo Guerrero, Socio del CPB – El Colombiano –
Colombia no es Alemania ni Japón. Es un pueblo escarnecido por guerras en fila india, pero con temperamento nada glacial. Aquellos dos países, europeo y asiático, también han sido gaseados y atomizados por campos de concentración y fusión nuclear. Pero sus gentes son, antes que todo, disciplinadas y metódicas.
Colombia es “A ve pa’ ve”, recua de preposiciones e infinitivos mutilados sobre los cuales nadie acierta la ubicación de apóstrofos y comas. Un alemán o un japonés traducirían “A ver, deja ver”, con lo cual la cumbia -¿o porro?- de Edmundo Arias quedaría artrítica e imposible de bailar.
En los países donde la civilización es tecnología y ganancia, los gobiernos logran con cierta facilidad encerrar al pueblo en las pandemias y prohibir a los virus hacer de las suyas. Derrotan rápido el contagio y vuelven a sus filas -no indias- de algoritmos sin ritmo y reverencias milenarias.
Aquí no. Aquí África está vigente. Al cantante le interesa empujar a la negra candelosa a “que se te vea cómo mueves la cintura… dónde está tu sabrosura”.
Esta discordancia crucial no se tuvo en cuenta en el diseño de las reglas oficiales contra el coronavirus. De ahí que mientras los decretos le daban la espalda al modo de ser arisco y gozoso de la ciudadanía, esta respondía sacándole el cuerpo a la cuarentena. Al comienzo las mayorías hicieron la tarea, pero cuando pasaron días y días estériles, les picó la machaca de la desilusión.
Así hormiguearon las fiestas clandestinas, los velorios y entierros coreográficos con el ataúd zarandeado, los paseos furtivos al campo en puentes festivos, los tragos a escondidas entre muchachos agobiados.
Alcaldes y demás mandamases se descosieron en apóstrofes: ¡Indisciplinados! ¡Están violando las normas! ¡Ponen en peligro a los viejitos! ¡Criminales! Noticieros de radio y televisión, ávidos de raiting, se hicieron lenguas poniendo en la picota a los nuevos delincuentes.
Nadie se pregunta por qué pasa lo que pasa. Nadie esculca en la mente y en las tripas de los enfiestados, que a su manera quieren librarse de ser infestados. Una manera que es más África, que Alemania y Japón.
Los gobernantes olvidaron abrir la puerta a la cultura en el momento de decretar medidas. A la cultura, no como suma de espectáculos y distracciones sino como candela que enciende la cintura del alma.