Lamentamos informar que nuestro querido socio Mike Forero Nogués, premio Mérito Periodístico Guillermo Cano Isaza, otorgado por el CPB y pionero del periodismo deportivo de Colombia, falleció ayer a la edad de 99 años y seis meses.
Su familia anhelaba verlo llegar a los cien años, pero su cuerpo no resistió más y partió en paz a su última morada.
Nacido en Piedecuesta (Santander), y con más acento de rolo que de santandereano, fue director de deportes de EL ESPECTADOR durante 50 años, creador del concurso El Deportista del Año, de esta casa editorial y reconocido como maestro de maestros del periodismo deportivo de Colombia.
Tuvo tres hijos Patricia, Norma y Clemente. Su esposa Alicia Pineda Garrido, su gran amor, se le adelantó, murió hace varios años, razón por la cual vivía solo en el norte de Bogotá, rodeado de libros y demás publicaciones deportivas.
Fue un activo socio del CPB, orgulloso de pertenecer al gremio, participó en todas las actividades, siempre con una gran sonrisa, hasta cuando su cuerpo le permitió asistir. Llegaba en su Volkswagen, con el que solía recorrer las calles de Bogotá. Gran conversador, consejero y orientador de los destinos del gremio, nos deja un invaluable legado de periodismo ético y responsable.
A sus hijos, nietos, bisnietos y demás familiares y allegados el CPB manifiesta sus sentimientos de solidaridad y los acompaña en estos momentos de tristeza. QEPD.
Invita a la velación que se hará a partir de mañana en la Funeraria Gaviria de la calle 98 con carrera 19. Las exequias serán el sábado. Estos datos son preliminares, dados por su hijo Clemente. Les daremos la información exacta tan pronto la conozcamos.
A continuación publicamos una semblanza de Mike, hecha por nuestro socio Rufino Acosta.
En memoria a Mike
Bueno se nos fue don Mike Forero Nougués, tranquilo y en paz, sin sufrimiento, como dijo su hijo Clemente.
Había nacido en Piedecuesta, hijo de Guillermo y Concha, hace 99 años y 6 meses. Pensé que llegaría al centenario, pero la voluntad Divina lo llamó un poco antes.
Fue un luchador insigne. Aún en condiciones adversas, después de una caída que hizo más difíciles sus últimos 4 años, nunca se rindió ni dejó de sonreír.
Alguien me preguntaba, cuando iba a visitarlo, que si me recordaba, si sabía quién era yo, y, como en otro pasaje de la vida, siempre respondía, no importa, porque se quién es él.
Creo que alcancé a decirle en vida casi todo cuánto le agradecía por su amistad y sus enseñanzas. Tal vez me faltó poco.
Cuando lo saludé de despedida este 12 de junio de 2019, estaba como dormido, pero sentí que nos escuchaba. Le dije que era un ilustre garrotero y nunca dejaba de batallar.
Queda el enorme legado de su condición de excepcional periodista y la historia inagotable que plasmó en las páginas de El Espectador y otros medios como el antiguo Gráfico, Cromos y Esfera Deportiva.
Se que el país lo apreciaba y va a lamentar su partida final. Creo que como yo o tal vez más, todos aquellos colegas que asistieron a su aula formativa en El Espectador, van a sentirla, al tiempo que rememoren su estampa de jefe riguroso y noble. Son bastantes y de todas las épocas.
Los deportistas le agradecerán por siempre la creación del concurso de El Deportista del Año de El Espectador en 1960. Al cabo de casi seis décadas, es el más acreditado y prestigioso en su campo.
De seguro que la moderna organización del clásico certamen lo sabrá enaltecer.
Mike creció al lado de dos hermanos y una hermana, Guillermo, Santiago y Marion.
Su padre, también periodista, fue andariego y eso lo heredó Mike, quien se definía como ciudadano del mundo. Estuvo en los seis continentes y de cada paso traía una lección o unas palabras nuevas.
Olímpicos, Mundiales y citas deportivas de todo orden figuraron en su agenda terrenal.
Estudio bacteriología en la Universidad de Filadelfia, estuvo vinculado a la enfermería de la Marina, y siempre recordaba con entusiasmo la manera como prefería departir con amigos de raza negra, a pesar de las fuertes restricciones raciales de la época. «Eran mis mejores amigos», decía con un toque de orgullo.
De aquella época solía evocar sus romances con el béisbol, como hincha de los célebres Filis.
En Colombia obtuvo el título de Licenciado en Educación Física en la Universidad Nacional, donde conoció a la joven bolivarense Alicia Pineda, con quien formó el hogar de tres hijos, Clemente, Norma y Patricia. Alicia se le adelantó en el ultimo viaje unos doce años.
Era el gran patriarca de la Forerada. Hace rato perdí la cuenta de su árbol familiar por lo amplio y frondoso.
Resultaria inevitable que se convirtiera en periodista. Lo traía en las venas. Antes había incursionado en cargos públicos, pero su vocación estaba por otro lado. Era cuestión de trámite.
Casi se va para Montería donde le ofrecían un empleo bien remunerado. Ya había escrito sus primeras notas y a finales de la década del 40 tomaba fuerza su pluma en distintas publicaciones.
Anticipo de la que sería una espléndida, fructífera y extensa carrera, que se aceleró cuando llegó a El Espectador de los Cano, y estableció una relación de amor eterno.
Más de 70 años en una travesía que llevó mucho más tiempo, le permitieron dejar huella como decano del periodismo deportivo de Colombia, sin la menor duda la pluma más aguda y talentosa.
Claro que Mike era un periodista en todo el ancho de la palabra. Por eso pudo incursionar en temas políticos, de poesía y literatura, historia y cuántas exigencias les impusiera el oficio.
Columnas como Aire Libre y Sermones Laicos -que heredó de su padre- y Caras y Caretas, quedan en el archivo de una producción inagotable y llena de rico contenido.
Fue polémico, atrevido, cazador de batallas e incansable defensor del valor del hombre colombiano.
Apoyó a los llamados galeotes del futbol, se metió en conflictos duros y en alguna ocasión tuvo que salir protegido por cadetes de la Naval cuando hasta la policía se mostraba hostil.
Crítico de Adolfo Pedernera cuando tomó la selección de Colombia para el Mundial de Chile 1962, tampoco tuvo reservas para darse un abrazo con el técnico argentino en la mitad de la cancha de El Campín.
Apoyó el movimiento que le quitó el control del fútbol a la Asociación que tenía sede en Barranquilla, y eso le costó malquerencias perdurables. Creía que era tiempo de cambio.
Años más tarde, cuando por llamado del presidente Julio César Turbay, aceptó la dirección de Coldeportes, fue gestor del hoy monumental estadio Roberto Meléndez.
Al frente del organismo estatal, promulgó normas que protegían al jugador criollo frente a una ola extranjerizante y de nacionalizaciones al garete.
Nunca dejaba de evocar la aventura de 1964, cuando en un vuelo de 36 horas con escalas, acompañó a Colombia a los Juegos Olímpicos de Melbourne. Solía contar anécdotas de ese viaje.
En las carreteras del país fue el comandante de la famosa Chiva de El Espectador, que por espacio de largos años dejó la marca registrada al lado de los ciclistas que desde la época de Efraín el Zipa Forero empezaban a trazar el molde de lo que ahora es la leyenda de los escarabajos.
También pasó por la radio y le dio vida a La Polémica, que compartió con Miguel Zapata Restrepo y Humberto Jaimes Cañarete.
Ya en sus cuarteles de invierno, ejerció la docencia en la universidad Santo Tomás, escribió sus Sermones Laicos y durante casi 15 años dejó oír sus punzantes comentarios en el programa radial de Acord Bogotá.
Se nos fue don Mike y desde luego hay un vacío, se siente la ausencia. Pero creo que sus ejemplos de virtudes, errores y aciertos, nos bastan para guardar su memoria en el cofre de las querencias imperecederas. Hasta luego don Mike. La leyenda sigue mientras usted descansa en paz.