NOTAS AL VUELO
Por: Gonzalo Silva Rivas, socio CPB
La percepción que sobre la India tiene el ciudadano corriente, particularmente en esta parte del planeta, es la de un país místico, asolado por la miseria y con un largo historial de hambrunas. Sin embargo, la realidad va mucho más allá. Esta inmensa nación asiática es hoy en día un vigoroso polo de desarrollo, que camina a pasos agigantados dentro del contexto geopolítico internacional para convertirse en una de las grandes potencias emergentes y muy posiblemente, al término de una década, treparse en el podio de la economía mundial.
La India, donde habitan cerca de 1.300 millones de habitantes, caracteriza toda una civilización que desde tiempos inmemoriales le ha hecho grandes aportes a la humanidad. No en vano de sus entrañas, a lo largo de su historia milenaria y fruto de su diversidad de culturas, surgieron valiosas contribuciones en múltiples disciplinas, como arte, ciencia, matemáticas, ingeniería y filosofía. El sistema decimal, la invención del cero, la relación derivada de los círculos a través del número pi, la concepción de la esfera, los principios de la medicina, el ajedrez, el yoga e incluso el kamasutra son parte de su inmenso legado a la sociedad.
Si bien explorar megaciudades como Nueva Delhi, su capital, o Mumbai (antigua Bombay) —cuyas poblaciones rondan por los 20 millones de personas— permite visualizar ciertas populosas urbes tercermundistas latinoamericanas, la magia y el misterio que encierran al interior de sus vastas extensiones, por encima de los 1.000 kilómetros cuadrados, destacan sus propias personalidades, con especiales peculiaridades arquitectónicas y culturales.
Su acervo patrimonial adobado con multitudes alegres y bulliciosas, tránsito incontrolable, colores y olores diversos y una caracterizada pobreza esparcida entre la inenarrable opulencia de templos señoriales, hoteles de lujo y modernos edificios con el sello de prestigiosas marcas comerciales, imprimen en ellas un toque distintivo, y transportan al visitante por los seductores senderos de un difuso pasado cargado de enigmas y entresijos.
La India actual lucha contra opresivos lastres provocados por heredadas castas sociales que se resisten a desaparecer, pese a estar legalmente abolidas, y que han sido determinantes en los niveles de miseria y desigualdad de su población, para apostarle a un futuro que se avizora con expectativas de éxito.
Los viejos obstáculos originados por sus problemáticas dispares y su diversidad religiosa, cultural y lingüística —se reconocen centenares de dialectos, 22 idiomas regionales y dos oficiales, el inglés y el hindi— se remueven para abrir un nuevo escenario socioeconómico, fortalecido por una sólida democracia, la mayor del planeta, con un gobierno central de corte parlamentario, liderado por un presidente y un poderoso Consejo de Ministros, que promueven el cambio mediante un habilidoso manejo de consensos y diálogos, efectivo para empezar a voltear la página de amargas vicisitudes.
Pese a las dificultades para gobernar un país con tantas complejidades, la India está inmersa en una desafiante revolución económica y social sin precedentes. Su crecimiento actual se proyecta a ritmo vertiginoso —con tasas superiores al 6%, por encima del mínimo requerido para generar plazas de empleo—, presionado por 12 millones de aspirantes que año tras año buscan incorporarse al mercado laboral. Ello ha permitido consolidar progresivamente una clase media de inmenso peso social —con cerca de 400 millones de personas—, alimentada por la influyente diáspora que retorna del extranjero con conocimientos profesionales, en búsqueda de oportunidades para contribuir al progreso del país. Ilustrativo es el caso de millares de médicos y de sinnúmero de inmigrantes que juegan papel estratégico en las altas cumbres del poder en naciones como Estados Unidos.
India se enseñorea dentro de una prometedora realidad geopolítica que la impulsa a extender su círculo de relaciones bilaterales más allá de sus vecinos inmediatos y de gobiernos con afinidades políticas y comerciales para buscar nuevos socios en el planeta. La estrategia de conquistar mercados tiene los ojos puestos en América Latina. La mira, el próximo año, centra esfuerzos en intercambios de cooperación económica, cultural y turística, con la consigna de reducir distancias y promover acuerdos de conectividad aérea con aerolíneas de la región para compartir cielos, destinos y flujos de viajeros.
Entre intocables vacas sagradas y monos juguetones que pasean libremente por sus fogosas ciudades, el país destruye obstáculos y abre caminos con la sabiduría del elefante indio, otro de los preciados símbolos de su deidad animal. Se mueve precisamente con pasos de animal grande y ofrece una amplia propuesta turística que dará tema para una próxima columna.
Tomado: EL ESPECTADOR
Esta opinión es responsabilidad única del autor, y no compromete al Círculo de Periodistas de Bogotá.