Patricia Suárez socia del CPB en el marco del XIII Encuentro Internacional de Escritoras en honor a Fátima Mernissi y en el reinado de Marruecos, y como evento inaugural, se presentó una exposición de pintura de rostros de mujeres titulado: Anónimas. La artista nacida en Colombia en 1956, es la creadora de tan interesante acontecimiento. Una mujer pequeña grita al mundo con un voz poderosa y de colores, su modo de sacar del anonimato a tantos rostros con la mueca del espanto, otros con la curiosidad de encontrarse vivas en un mundo de códigos desconocidos.
Por: El Post Antillano.
Caminé junto a Patricia el largo camino de callejuelas y avenidas que nos conducirían al Palacio de Bellas Artes de Tetuán, ciudad que inauguraba el Encuentro. Como era de adivinar cuando dos mujeres curiosas y parlanchinas se juntan, nos perdimos. La nobleza de tres jóvenes árabes con apariencia nebulosa pero gentiles hasta más no poder, nos caminaron paso a paso por aquellas calles lluviosas. Yo acompañaba a Patricia a desmontar su exhibición que había servido de protagonista a la Gran Apertura que había tenido lugar algunas noches anteriores.
Dios los cría y ellos se juntan… reza el decir. Pues fue así como nuestras curiosidades, sentidos del vacío existencial, y esas cosas tan humanas como cierta soledad y hambre lo que nos juntaron unos días mientras Patricia permaneció en Marruecos. Con ella tomé algunas copas de vino la noche de mi cumpleaños en El Reducto, único lugar en cuadras que se podía beber alcohol. No se bebe en Marruecos, excepto en algunos hoteles o clubes privados que luego también visité.
Conocer a esta singular mujer fue una de las experiencias más enriquecedoras que tuve. Ambas enfermas de soledad, rebeldes de incomprensión, como dice la canción, nos juntamos con largas pláticas hasta llegar a noches sudorosas donde dos mujeres caminan por las calles de Tetuán y no pasa nada. Aquella noche vimos a la dueña de El Reducto, una despampanante mujer de Las Canarias, salir de su trabajo con una capa roja y sombrero de felpa también rojo. Tuve un Déjà vu que me trasladó a París, a un año muy atrás donde aún no había nacido. ¿Podemos recordar lo que no vivimos?
No sé cómo, días más tarde en otra hermosa ciudad de Marruecos, hambrientas y con frío, Patricia y yo nos encontrábamos en un liceo para dar talleres de escritura y arte. Eso nos sucedió varias veces. Pero Patricia, más diestra en la palabra que yo, siempre tenía la respuesta adecuada para aquellos estudiantes marroquíes que nos miraban con asombro e inquietud. También las niñas estaban boquiabiertas. A ellas las hicimos levantar y le preguntamos, que si tuvieran un micrófono en la boca, qué le dirían al mundo. Patricia Suárez, heredera de un español limpio en su pronunciación, tierra del Premio Nobel, el magnífico Gabriel García Márquez, hace orgullo de quien es, más su concepción del mundo es más allá de su tierra y de algún Dios.
Decidí aquella tarde cuando al fin llegamos al Palacio de Bellas Artes y que vimos a una mujer con Burka negra y guantes negros caminar como un celaje frente a nosotras, entrevistar a Patricia y ofrendarla a los míos desde su propia voz. Cuán imposible es escribir tantas verdades y/o la voz del otro sin contaminarla con la propia voz que es meramente un espejo.
Aquí lo dejo. Patricia y yo nunca nos pudimos despedir. Ella se encaminaba a Copenhagen y luego a la Escandinavia donde para la primavera tendrá una exposición de su pintura. Mujeres así nos visten con su mirada poderosa, nos dan luz y abrazos y un poco también he de decir, nos hacen sentir menos solas. Agradecida a la vida y a aquellos días con ella.