28 julio 2020 –
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The New York Times –Los reportes de reinfección pueden ser casos de enfermedad prolongada. Una disminución en los anticuerpos es normal después de algunas semanas, y las personas están protegidas del coronavirus de otras maneras.
Las anécdotas son preocupantes. Parecía que una mujer de Los Ángeles se estaba recuperando de la COVID-19, pero, unas semanas después, empeoró y volvió a dar positivo. Un médico de Nueva Jersey afirmó que muchos pacientes se curaron de un embate para luego volver a infectarse con el coronavirus. Y otro médico señaló que, para algunas personas, un segundo asalto de la enfermedad era una realidad y que este era mucho más grave.
Estos relatos se conectan con los miedos más profundos que tienen las personas de estar destinadas a sucumbir a la COVID una y otra vez, de que se sentirán cada vez más enfermas, y de que nunca saldrán de esta pandemia de pesadilla. Además, estas historias alimentan el temor de que no podremos alcanzar la inmunidad comunitaria, el destino final en el que el virus ya no puede encontrar el número suficiente de víctimas como para ser una amenaza mortal.
Sin embargo, las anécdotas solo son eso: relatos que no ofrecen ninguna prueba de reinfecciones, según casi una docena de expertos que estudian los virus. “No he sabido de ningún caso en el que esto se haya demostrado clara y rotundamente”, señaló Marc Lipsitch, epidemiólogo de la Escuela de Salud Pública T. H. Chang de la Universidad de Harvard.
Otros expertos fueron todavía más alentadores. A pesar de que, en definitiva, se sabe muy poco acerca del coronavirus a tan solo siete meses de que comenzó la pandemia, este nuevo virus se está comportando como la mayoría de los demás virus, sostuvieron, y confirmaron la idea de que con una vacuna se puede lograr la inmunidad comunitaria.
Podría ser posible que el coronavirus ataque a la misma persona dos veces, pero es muy poco probable que lo haga en un lapso tan breve o que la gente se ponga más grave la segunda vez, señalan. Lo que es más factible es que, en algunas personas, el proceso de la infección sea prolongado, que los estragos del virus se produzcan con lentitud semanas o meses después de la exposición inicial.
Las personas que están infectadas con el coronavirus normalmente generan moléculas inmunitarias llamadas anticuerpos. En fechas recientes, varios equipos han informado que los niveles de estos anticuerpos disminuyen en dos o tres meses, lo que ha provocado cierta inquietud. Pero la disminución de anticuerpos es totalmente normal luego de que desaparece una infección aguda, comentó Michael Mina, inmunólogo de la Universidad de Harvard.
Muchos médicos “parecen confundidos y dicen: ‘Qué virus tan increíblemente extraño que no genera una inmunidad estable’, pero están totalmente equivocados”, señaló Mina. ”Su comportamiento es como de manual”.
Los anticuerpos no son los únicos que nos protegen contra los patógenos. El coronavirus también desencadena una firme defensa de células inmunitarias que pueden matar al virus y activar refuerzos de manera rápida para las batallas futuras. No se sabe mucho acerca de cuánto tiempo duran estos linfocitos T de memoria (los que reconocen a otros coronavirus pueden durar toda la vida), pero pueden reforzar las defensas contra el nuevo coronavirus.
“Si estos se conservan y, sobre todo, si se mantienen dentro del pulmón y de las vías respiratorias, entonces creo que pueden evitar muy bien que la infección se propague”, dijo Akiko Iwasaki, inmunóloga de la Universidad de Yale.
Megan Kent, una patóloga del lenguaje de 37 años que vive en las afueras de Boston, dio positivo para el virus el 30 de marzo, luego de que se enfermara su novio. Recuerda que no tenía sentido del gusto ni del olfato, pero por lo demás, se sentía bien. Tras una cuarentena de 14 días, regresó a trabajar al Hospital Melrose Wakefield y también fue voluntaria en un asilo de ancianos.
El 8 de mayo, Kent se sintió mal de pronto. “Me sentía como si me hubiera atropellado un tráiler”, contó. Durmió durante todo el fin de semana y el lunes fue al hospital, convencida de que tenía mononucleosis. Al día siguiente, dio positivo para el coronavirus… otra vez. Estuvo sintiéndose mal durante casi un mes y sabe que desde entonces tiene anticuerpos.
“Esta vez fue 100 veces peor”, dijo. “¿Me volví a infectar?”.
Según los expertos, existen otras explicaciones más viables para lo que vivió Kent. “No estoy diciendo que no pueda ocurrir. Pero por lo que he visto hasta ahora, sería un fenómeno poco común”, señaló Peter Hotez, decano de la Escuela Nacional de Medicina Tropical de la Facultad de Medicina Baylor.
Es posible, por ejemplo, que Kent no se haya recuperado por completo. Quizás el virus se haya ocultado en algunas zonas del cuerpo —como se sabe que lo hace el virus del ébola— y luego haya vuelto a aparecer. Kent no se realizó pruebas intermedias entre las dos que resultaron positivas, pero incluso si lo hubiera hecho, si las pruebas son defectuosas y los niveles del virus son bajos, esto puede producir falsos negativos.
Debido a estos escenarios más probables, Mina dedicó unas palabras a los médicos que desataron el pánico con los informes de reinfecciones. “Esto está muy mal, la gente se ha vuelto loca”, señaló. “Solo es un señuelo sensacionalista para atraer la atención”.
En las primeras semanas de la pandemia, algunas personas en China, Japón y Corea del Sur dieron positivo dos veces, lo que desencadenó temores parecidos.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Corea del Sur investigaron 285 de esos casos y descubrieron que varios de los que salieron positivo por segunda vez se dieron dos meses después de la primera vez, y uno de los casos se vio 82 días más tarde. Casi la mitad de las personas tenía síntomas en la segunda prueba. Pero los investigadores no pudieron cultivar virus vivos de ninguna de las muestras, y las personas infectadas no habían contagiado el virus a otras personas.
“Fue una prueba virológica y epidemiológica bastante sólida de que no se estaba presentando una reinfección, al menos en esas personas”, afirmó Angela Rasmussen, viróloga de la Universidad de Columbia en Nueva York.
La mayoría de la gente que está expuesta al coronavirus genera anticuerpos que pueden destruir al virus; cuanto más graves son los síntomas, más intensa es la respuesta. (Solo algunas personas no producen anticuerpos, pero eso sucede con cualquier virus). La inquietud acerca de la reinfección ha sido resultado de algunos estudios recientes que sugieren que estos niveles de anticuerpos se desploman.
En un estudio publicado en junio, por ejemplo, se descubrió que, en el 40 por ciento de las personas asintomáticas, los anticuerpos para una parte del virus disminuían a niveles indetectables al cabo de tres meses. La semana pasada, un estudio que aún no se ha publicado en ninguna revista evaluada por expertos demostró que los anticuerpos neutralizantes —el potente subtipo de anticuerpos que pueden evitar que el virus infecte las células— disminuían de manera considerable en un mes.
“En realidad es muy deprimente”, señaló Michael Malim, virólogo del King’s College de Londres. “Es una gran disminución”.
No obstante, otro estudio sugiere que los niveles de anticuerpos disminuyen y que luego se estabilizan. En un estudio con casi 20.000 personas, publicado el 17 de julio en la página de internet MedRxiv, la gran mayoría generaron muchos anticuerpos, y la mitad de quienes tenían niveles bajos siguieron teniendo anticuerpos que podían destruir al virus.
“Desde un punto de vista biológico, en realidad nada de esto sorprende”, señaló Florian Krammer, el inmunólogo que dirigió el estudio en la Escuela Icahn de Medicina de Monte Sinaí.
Mina concordó con esto. “Se trata de una dinámica conocida de cómo los anticuerpos se desarrollan después de una infección: suben muchísimo y luego vuelven a descender”, señaló.
Luego abundó en el tema: las primeras células que producen anticuerpos durante una infección se llaman células plasmáticas, las cuales crecen de manera exponencial hasta formar una agrupación de millones. Pero el cuerpo no puede mantener esos niveles. Cuando la infección disminuye, una pequeña parte de las células entra a la médula ósea y se instala para generar una memoria de inmunidad a largo plazo, la cual puede producir anticuerpos cuando vuelvan a necesitarse. El resto de las células plasmáticas se debilitan y mueren.
En los niños, cada exposición posterior a un virus —o a una vacuna— aumenta la inmunidad hasta que, en la edad adulta, la respuesta de anticuerpos es constante y fuerte.
Mina dijo que lo inusual en la pandemia actual es ver cómo se desarrolla esta dinámica en los adultos, porque rara vez experimentan un virus por primera vez.
Incluso después de que la primera oleada de inmunidad se desvanezca, es probable que haya alguna protección residual. Y aunque los anticuerpos han recibido toda la atención porque son más fáciles de estudiar y detectar, las células de memoria T y B también son poderosas guerreras inmunes en la lucha contra cualquier patógeno.
Un estudio publicado el 15 de julio, por ejemplo, analizó tres grupos diferentes. En uno, cada una de las 36 personas expuestas al nuevo virus tenía células T, que reconocen una proteína que se ve similar en todos los coronavirus. En otro estudio, 23 personas infectadas con el virus del SRAS en 2003 también tenían esas células T, al igual que 37 personas en el tercer grupo que nunca estuvieron expuestas a ninguno de los patógenos.
“Parece existir un nivel de inmunidad preexistente contra el SARS-CoV2 en la población general”, dijo Antonio Bertoletti, virólogo de la Escuela de Medicina Duke NUS en Singapur.
La inmunidad puede haber sido estimulada por la exposición previa a coronavirus que causan resfriados comunes. Es posible que estas células T no eviten la infección, pero atenuarían la enfermedad y podrían explicar por qué algunas personas con la COVID-19 tienen síntomas leves o nulos. “Creo que la inmunidad celular y de anticuerpos será igualmente importante”, dijo Bertoletti.
Es posible que los ensayos de vacunas que siguen de cerca a los voluntarios proporcionen más información acerca de las características de la inmunidad al nuevo coronavirus y del nivel que se necesita para evitar una reinfección. Las investigaciones en monos nos dan esperanzas: en un estudio de nueve monos rhesus, por ejemplo, la exposición al virus produjo una inmunidad que fue lo suficientemente fuerte para evitar una segunda infección.
Los investigadores están dando un seguimiento de los monos infectados para determinar cuánto tiempo dura esta protección. “Por su carácter, los estudios de duración implican cierto tiempo”, señaló Dan Barouch, el virólogo que dirigió el estudio en el Centro Médico Beth Israel Deaconess de Boston.
Barouch y otros expertos están en contra de los temores de que quizás nunca se alcance la inmunidad comunitaria.
“Con vacunas que no son tan perfectas siempre alcanzamos la inmunidad comunitaria”, afirmó Saad Omer, director del Instituto de Yale para la Salud Global. “De hecho es muy poco común contar con vacunas cien por ciento eficaces”.
Se considera que una vacuna que solo protege a la mitad de la población que la recibe es moderadamente eficaz, y que una que defiende a más del 80 por ciento es muy eficaz. Incluso una vacuna que solo inhibe los niveles del virus frenaría su propagación hacia otras personas.
Los expertos señalaron que se habían presentado reinfecciones con otros patógenos, incluyendo la influenza, pero subrayaron que se trató de casos excepcionales, y que era probable que sucediera lo mismo con el nuevo coronavirus.
“Yo diría que, aunque no es muy probable, es posible que sí se presenten reinfecciones, pero no pensaría que sean comunes”, dijo Rasmussen. “No obstante, incluso las pocas incidencias pueden parecer demasiado frecuentes cuando una gran cantidad de personas han resultado infectadas”.