Polvo en el horizonte

1 julio 2020 –

Por: Arturo Guerrero, Socio del CPB – El Colombiano –

Un tercio de marzo, todo abril, mayo, junio, primer día de julio, comienzo de semestre. Cinco meses sumergidos en pandemia y encierro. Y “faltan dos semanas para que nos digan que faltan dos semanas para decirnos que faltan dos semanas”, como ironiza un meme.

Si se mira hacia atrás del tiempo, ya perdimos el año. Hacia adelante, el horizonte es nube de polvo con íntegras las arenas del Sahara. Nadie otea nada, la ciencia no sabe no responde, Nostradamus se echó a hibernar. La humanidad es isla en el tiempo. La historia, un paréntesis.

Ningún ser vivo guarda memoria de un lapso similar. Las pestes antiguas, medievales o menos funambulescas, son argucia de diarios o novelas resucitadas como muestras de la eficacia de la guadaña.

En las calles golpean los avisos de “Se arrienda” en locales náufragos. Los transeúntes hacen cábalas: quién se asfixió pagando el arriendo del negocio, quién se arriesgará a tomar el relevo en ese Titanic. Cada cual tiembla palpando su bolsillo, cualquiera podría ser protagonista de la quiebra.

Por los micrófonos noticiosos discurren los gremios afectados, suplicando las insignificancias del Gobierno y limosneando entre sus antiguos clientes hoy vedados. Teatreros, mariachis, ambulantes, chefs, cineastas, hoteleros, choferes, baristas.

Jadea el vasto hormiguero de esforzados que no han tenido patria. Los que en la noche saben cómo pagaron los veinte mil del cuarto, pero ignoran cómo se les aparecerá la Virgen mañana. Aquellos cuyo estómago se hace nudos, pues ante todo está el de los cinco niños ventrudos.

Así pasan los días que uno tras otros no son la vida, para contradecir a Aurelio Arturo. Son más bien una escaramuza para no volverse loco. Porque los colombianos andamos entre el vapor de una olla a presión. En la pitadora.

Uno a uno va pifiándose por el eslabón más débil de su temperamento. Alguien saca a flote el pequeño Hitler que se agazapaba detrás de su candor cotidiano. Alguien reduce su sueño nocturno a tres horas, porque la cabeza va a mil, y así prepara las condiciones para el bombazo del sistema nervioso.

La sociedad toma facha de zoociedad, como la anticipó Jaime Garzón. La envanecida “reinvención”, cantaleteada para después de la pandemia, parece cristalizar más bien en una orwelliana Rebelión en la granja.