27 Agosto 2019.
Foto: Olímpica La Dorada.
Tomado de: yucatan.com.mx
– El documental “Yo no me llamo Rubén Blades” descubre el carácter creativo e íntimo del artista panameño a través de una profunda conversación y un recorrido por los lugares fundamentales en la vida de una de las personalidades latinas más influyentes del mundo del espectáculo.
En una conferencia en el festival South by Southwest (SXSW) en la capital texana, el cantante y actor reconoció que no había visto la película, puesto que confía en el trabajo del director, su compatriota Abner Benaim, y porque “con humildad” piensa que no merece tal honor.
“Además, ya no soy capaz de soportarme viéndome a mí mismo durante una hora y media”, bromeó.
El artista repasó algunos de los momentos destacados de su carrera sobre los escenarios y cómo entró en el mundo de la música “sin esperarlo”, justo después de acabar sus estudios de Derecho en Estados Unidos.
Blades, cuyas letras han estado siempre cargadas de hechos reales que ocurrían en la sociedad y tienen un remarcado carácter reivindicativo y social, aseguró que Gabriel García Márquez lo definió como “un cronista” de su generación, más que solamente un cantante.
“Cuando comienzas a leer mucho, a crear tu propia visión, es cuando puedes decidir qué historias son importantes para contar y ayudar a formar la opinión de la gente”.
El panameño emocionó a los asistentes con historias sobre sus actuaciones en Argentina y Uruguay en la época de las dictaduras militares, adonde él acudía con letras que eran un grito de libertad.
Con este documental, Benaim quiso trasladar las palabras de Blades a imágenes para retratar “las dos vidas del artista”, esa cara íntima y personal en el espacio de su casa, junto a la transformación que para él supone subir a un escenario y presentarse ante miles de personas.
En la película los espectadores pueden observar esta dualidad de la que habla el director reflejada en el famoso bombín que utiliza el artista en sus conciertos.
“Durante el rodaje nos pasó una cosa curiosa en Nueva York, donde él reside: cuando salía a la calle con el sombrero de bombín que usa para sus actuaciones la gente lo reconocía a cada cinco segundos; sin embargo, cuando llevaba un gorro normal poca gente lo reconocía”, explicó el cineasta.
Este proyecto supuso personalmente para el director de cine “un privilegio”, ya que le ofreció la oportunidad de trabajar con una persona a la que considera “una leyenda viva” y a la que admiraba como artista desde que era niño.