12 Noviembre 2019.
Tomado de: El Colombiano.
Se dice que el periodismo se basa en la verdad. ¿Qué es la verdad y qué tan factible es hablar de ella? Es decir, ¿qué tanto podemos lograr que los hechos y la afirmación de los mismos sean un espejo perfecto? Quizás la verdad sea inaprensible, pero basarse en los hechos es lo que más nos acerca a ella, y es por eso que el periodismo, para ser ético, se debe basar, sin ligerezas ni manipulaciones ni concesiones, en los hechos.
Sin embargo estos, y por tanto lo que más nos acerca a la verdad, pueden ser tratados bien desde la honestidad, o bien desde la perversidad. Es así como la Era Digital nos ha puesto a hablar de “Posverdad”, esa distorsión intencionada de lo real. La sociedad se mueve hoy en un universo mediático, caótico, rápido y masivo que requiere serias reflexiones en sus razones de ser y madurez en su uso.
No es información, y menos conocimiento, una información sin fuente, y quien la genera tanto como quien la distribuye tienen un problema moral. Aunque el anonimato puede ser una herramienta para proteger la vida, en las redes sociales también se ha convertido en un arma miserable para destruir desde la cobardía. Quien no sepa que en el ambiente digital existen personas inescrupulosas que manipulan y compran tergiversaciones dentro del ecosistema digital pecan por ingenuas la primera vez, pero por dolosos la segunda.
¿Hemos entrado, entonces, en la era de la desconfianza? Mi esperanza es que no. No, si nos preocupamos de manera consciente en seleccionar con criterio las fuentes y la información que consumimos y, por tanto, ojalá, el conocimiento y el criterio que desarrollamos.
Ahora bien, existe un segundo riesgo y es alimentarse solo de aquel que piensa como uno mismo porque se ignora la diversidad humana, se empobrecen la reflexión y el debate, se polariza el pensamiento corriendo el riesgo de despreciar, sin reconocer ni entender, al otro. Las comunidades se construyen uniendo en la diferencias gracias a proyectos comunes. Se deben propiciar, para una sociedad inteligente, las conversaciones de ideas diferentes dentro del respeto y argumentación recordando siempre proteger la dignidad de las personas.
Ignorar y no contrarrestar los riesgos mencionados del contexto actual, ha hecho que hoy existan dinámicas y políticas en las que nada está garantizado. No en vano, justa o injustamente, hoy las instituciones más importantes son cuestionadas y su poder es disperso. Tenemos que sentarnos en la autocrítica, recuperar la cordura, comprometernos y proteger la democracia que se ha vuelto terriblemente frágil.
¿Cuál es el antídoto? Dos claros: la prensa y la educación. Los valores del periodismo son objetivos y permanentes, honrarlos nada tiene que ver con el soporte –análogo o digital–, es el deber ético de quien ejerce el oficio para que por medio de él ayude a la comunidad a la construcción y fortalecimiento de sociedades más democráticas, justas, equitativas y libres. Lo mismo en la educación, que con las velocidades contemporáneas no se pueden delegar solo a la academia, hoy los humanos tenemos el deber de aprender, desaprender y reaprender a los ritmos de los tiempos.
Es por eso que este mundo agitado requiere serenidad para mirarnos a los ojos sonriendo y construyendo en las diferencias, defender nuestra democracia e instituciones haciendo los ajustes necesarios para que brille en el esplendor de su potencial, hacer de la educación un estilo de vida, y fomentar y defender la prensa libre. Pero ante todo, cada uno de nosotros debe mantener la esperanza, mirar al norte común y comprometerse activamente en construir a largo plazo una sociedad mejor.
Una nota final. Trabajar para una casa periodística de estas dimensiones y trayectoria, servir y construir país desde el periodismo y dirigir una redacción conformada por personas y profesionales excepcionales ha sido uno de los grandes honores de mi vida. Es por eso que hoy quiero manifestar mi gratitud por el privilegio de más de 10 años de un recorrido apasionante, en compañía de todos y cada uno de ustedes, como consecuencia del propósito que conlleva trabajar por un bien superior y colectivo, desde una ciudad que siento mía.
Me llevo, y lo conservaré siempre, el mejor recuerdo de quienes me acompañaron hombro a hombro, con lealtad, en este valiosísimo trayecto. Les agradezco tanto trabajo, y por supuesto, tantas enseñanzas que a diario me brindaron.
Martha Ortiz Gómez.