3 abril 2020.
Foto: Pixabay.
Tomado de: Las 2 Orillas –
Mucho se peca por querer sacar trabajos a la ligera. Es hora de cambiar esa situación.
Cuando se habla de los avances y los nuevos métodos que involucran el ejercicio del periodismo, con estas nuevas tecnologías y formas de ver y sentir el mundo somos partícipes de algo con impacto a grandes proporciones. Las historias y crónicas se pueden realizar mucho mejor, con equipos de producción avanzados, formas de edición cada vez más amplias y mayor facilidad de generar impacto en el medio audiovisual y también en la sociedad de opinión como tal.
Pero se peca en querer sacar trabajos a la ligera. Y cuando se dice esto, se traduce en la superficialidad de nuestros contenidos como periodistas. Creemos que lo más vistoso, puede interpretarse como algo de contexto y profundidad, para zanjar las discusiones socioculturales que tiene nuestro país. La política, la economía, y hasta el deporte, se prestan para la manipulación de contenidos; no solo a través de los grandes medios de comunicación impresos y audiovisuales —con presencia en plataformas digitales—, sino también a través de medios independientes que llegan a apoyar en momentos específicos afinidades con intereses de todo tipo.
Viendo a Jineth Bedoya, periodista e icono en la lucha por los derechos de la mujer, en una entrevista que realizaba en 2014 para la Universidad Central, se analiza de lo que puede adolecer (y no solo hablando de ese momento temporal, sino en tiempos actuales) el género periodístico en Colombia: la humanidad. Se olvida, por efectos de contenido y su estructura, de que el lado humano hace que las historias, reportajes y crónicas tengan un sentido lógico en la construcción de conceptos y, por consiguiente, un efecto real en la dinámica del diálogo dentro de un grupo poblacional. La ética profesional puede ponerse al servicio de la realidad que se vive todos los días, con un lado mucho más consciente.
El desconocimiento de lo que se trabaja, o el hecho de adentrarnos en conceptos que no manejamos desde nuestro campo de acción, pueden determinar también el alcance de lo que los narradores elijan contar. Se puede caer en discordias con una opinión pública, que suele ser cada vez más visceral cuando se trata de hacer una crítica, aparentemente consciente y acertada, sobre temas de impacto en particular. Confiar en que se cuenta la verdad, bajo argumentos de hechos y cosas que se creen factibles, hace que se pierda la discusión lógica en los términos que debería pesar, para tratar sobre nuestros problemas. Nuestro sinfín de problemas.
Así que la misión, no parece ser nada del otro mundo o un paisaje irreal. Simplemente, lo que puede pasar es que esto se haga un propósito sin efecto o, una declaración de intenciones que por este medio, no suele ser significativa. Pero en esta etapa, y más que nunca, lo que se pretende es que se decida con responsabilidad a la hora de informar al mundo, al país, y al círculo de información más inmediato: las personas de a pie. La superficialidad no puede hacerse hábito en un oficio como el periodismo. Trabajo aún queda por hacer.