15 julio 2020-
Por: Arturo Guerrero, Socio del CPB – El Colombiano –
El trabajo en casa es un acelerador a fondo hacia el quiebre de la lucidez. No solo para el empleado sino en especial para los clientes que intentan contactarse con las oficinas. El aislamiento en las viviendas derrota la eficiencia. La virtualidad deshumaniza y hace enmarañada la comunicación.
Marca usted un conmutador y una grabación le ofrece cinco posibilidades que supuestamente adivinan su necesidad. Si una de ellas acierta en su requerimiento, usted marca el numerito y de nuevo una máquina le explica exactamente aquello que no buscaba.
La última opción informa que un ser humano le responderá en breves instantes. Usted se ilusiona, por fin habrá alguien con quien dialogar. Y una de dos, o la llamada se corta abruptamente pi pi pi o la voz sintética se excusa porque los operadores andan congestionados. Y así, llamada tras llamada.
Entonces usted acude a la página web de la compañía o despacho oficial o privado. Ingresa a “Contáctenos” donde se despliega la posibilidad de escribir en el chat una pregunta, reclamo o lágrima, que será transmitida para jamás retornar con una respuesta.
De milagro figura un celular y de prodigio responde una voz perteneciente a la especie inteligente. Sí, es un funcionario que quizás lo sacará del apuro. Vana esperanza. La voz tiene de fondo llanto de niño y ladrido. A veces contesta desde la calle y señala que cuando llegue a casa devolverá la llamada y lo atenderá con gusto.
A estas alturas usted habrá echado al basurero de la historia varias horas de su tiempo. Además, en su mente habrá aumentado la presión que lleva al estallido. Como es adivinable, nadie llama. Usted repite la operación, el empleado atiende y pide requisitos, cifras, fechas, firmas, huellas -que estarán borradas de tanto lavado con jabón-. “No se preocupe, estamos para servirle”.
Al siguiente contacto, aquellas exigencias habrán cambiado “son cuestiones de la pandemia. Hemos variado las reglas”. Parece que el correo electrónico y el wasap son más efectivos. Es pura apariencia. Al otro lado de estas vías de mensajería hay un cruce permanente de cables. ¿A quién creerle?
La oficina virtual es un caos real. Desde sus viviendas los ejecutivos y auxiliares carecen de un tiempo de trabajo y otro de descanso. No hay colegas ni compañeros con los cuales tertuliar cada dos horas. La cabeza de todos, a ambos lados del hilo, es una exasperación. En vez de trabajo en casa hay furia que progresa.