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Especialistas consultados por DW sostienen que, aunque la política de refugiados impulsada por el nuevo presidente de Estados Unidos está blindada en términos legales, ella podría terminar siendo contraproducente.
Estados, dentro y fuera de Occidente, organismos internacionales, organizaciones no gubernamentales, personalidades de todos los ámbitos y ciudadanos de a pie en las redes sociales han reaccionado ante la entrada en vigor de la nueva política migratoria de Estados Unidos, que suspendió por 120 días la acogida de refugiados y por 90 la concesión de visados a ciudadanos de Irak, Irán, Libia, Siria, Somalia, Sudán y Yemen. La orden ejecutiva que puso en marcha esas medidas fue dada por la Casa Blanca hace apenas dos días.
Pero la condena de buena parte de la opinión pública internacional no es la secuela más negativa de la política de refugiados impulsada por el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Especialistas consultados por DW alegan que, aunque su decreto es completamente legal –según Cristina Rodríguez, de la Universidad de Yale, el mandatario ni siquiera estaba obligado a consultar al Congreso–, éste podría ser contraproducente si la meta de Trump es realmente blindar a su país contra la ira yihadista y los ataques terroristas.
Más política, menos seguridad
Rodríguez, experta en derecho constitucional aplicado a asuntos migratorios, recuerda que en el pasado reciente ya ha habido cambios abruptos en la política de refugiados del «gigante norteamericano”: una vez, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, y también a mediados del siglo pasado. «Al principio de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos envió de regreso a Europa a refugiados judíos que terminaron muriendo en el Holocausto, lo cual es una vergüenza nacional de largo aliento”, comenta la jurista.
Pero Rodríguez plantea que, considerando la sofisticación de los procesos de inspección de los servicios secretos estadounidenses, la exhaustividad con que cada refugiado es escrutado en busca de conexiones con grupos extremistas y el reducido número de refugiados per cápita en Estados Unidos, en comparación con países como Canadá, la orden ejecutiva de Trump sólo puede ser descrita como una dramática sobrerreacción, que tiene más de manifiesto político que de medida de seguridad nacional.
«Cuidado, señor Presidente”
Robert Ford, otrora embajador de Estados Unidos en Siria y catedrático en la Universidad de Yale, coincide con Rodríguez en que la examinación a la que son sometidos los refugiados en Estados Unidos es meticulosa; pero él va más lejos y argumenta que la suspensión de la acogida de refugiados sirios podría conseguir lo contrario de lo que las políticas de seguridad nacionales buscan. «La exclusión de los refugiados sirios de las ofertas de acogida reforzaría la impresión ya prevalente en Siria de que los estadounidenses están en contra de los musulmanes sunitas”, explica Ford.
«Eso consolidaría la impresión que muchos tienen de que Estados Unidos es corresponsable de la matanza masiva de civiles en Siria”, acota el exdiplomático. A sus ojos, esta narrativa le facilita a los yihadistas del Cercano Oriente el reclutamiento de simpatizantes a mediano y largo plazo, y, en consecuencia, dificulta la lucha contra el extremismo islamista en la región, que es, según el propio Trump, uno de los objetivos principales de su gestión. De ahí que Ford le recomiende al nuevo ocupante de la Casa Blanca «sopesar con cuidado cómo abordará la cuestión de los refugiados”.
Rodríguez es menos diplomática cuando dice: «Todo está en manos del presidente. Pero el golpe de timón en materia de refugiados ha sido tan brusco que ojalá y la gente le ofrezcan resistencia”.