¿Uribe-Santos 2018? Foto iris.net.co
Por Octavio Quintero, El Satélite
Publicado el 01/17/2017 en TRIBUNA LIBRE
Un ejemplo de periodismo objetivo es el trabajo desarrollado por Alejandro López Ortiz, internauta vinculado a la red social que propende por la reivindicación de los derechos de los pensionados a la igualdad y a una vida digna.
López Ortiz dudó de la veracidad de una información divulgada inicialmente por DEBATE, un periódico virtual de reciente aparición al servicio del Centro Democrático del expresidente Uribe, el cual, aprovechando una resolución de la Registraduría Nacional sobre el reconocimiento de un comité de ciudadanos dispuesto a recoger apoyos para un referendo constitucional aprobatorio, tituló la información, con evidente mala intención: “EN COLOMBIA SÍ SE PUEDE REVOCAR AL PRESIDENTE, REGISTRADURÍA APROBÓ RECOLECCIÓN DE FIRMAS PARA REFERENDO REVOCATORIO DE SANTOS”.
Para una persona que usualmente tenga que ver con asuntos constitucionales, de inmediato se da cuenta que el titular es fruto de la ignorancia o la mala fe porque tanto la Constitución como la ley solo habilitan en Colombia la revocatoria de mandato de gobernadores y alcaldes. Pero, para un lector que no tiene mayor información legal y constitucional, y que además tiene del presidente Santos tan mala imagen, según las encuestas, pues, su impulso es a dar por cierta la noticia, y hasta alegrarse de su consecuencia.
López se dio a la tarea de averiguar, por derecho de petición, el alcance de la resolución de la Registraduría y lo consiguió, y ha procedido correctamente a difundir en su red social la respuesta oficial del ente nacional.
VER RESPUESTA DE LA REGISTRADURÍA
Aprovechemos la circunstancia para hablar de posverdad, esa palabreja que, según el Diccionario Oxford, fue la más usada en los medios de comunicación en el 2016 con el significado de “circunstancias en las que los hechos objetivos tienen menor influencia en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”.
La columnista en GES, Violeta Yangüela, se refirió recientemente al término, posverdad, en su columna “Hackeo y Twitter”, agregándole claridad al significado al explicar que el término “pos”, pegado a verdad, indica que la verdad, en este caso, pertenece a un tiempo en el cual se ha vuelto insignificante o irrelevante, o sea, lo que queda atrás, está superado.
Llegamos así a la era en la que algo que aparenta ser verdad es más importante que la verdad misma. Lo verdadero no es lo que está ocurriendo, es decir, la realidad misma, sino lo que se dice y guste a la gente y, además, haga parte de sus creencias. En pocas palabras, lo que importa no es la realidad sino su percepción.
¿Por qué ahora insistir tanto en esto, al menos de nuestra parte? Porque nos parece, salvo mejor opinión, que esta posverdad fue la que dominó tres resultados electorales que se erigieron en el 2016 como emblemáticos de que algo raro está sucediendo en la democracia occidental: el Brexit de Gran Bretaña; el NO del plebiscito por la paz en Colombia; y, la elección de Trump en Estados Unidos. En los tres casos, los analistas más conspicuos van coincidiendo en que la gente votó más con emoción y por creencias personales que por razones medibles, verificables y comprobables.
A decir verdad, posverdad es un arma electoral ya de uso corriente en nuestro medio. Posverdad dominó la reelección de Santos en donde la gente no votó tanto por sus resultados de gobierno del primer cuatrienio, como por la esperanza de una paz estable y duradera; posverdad que, dos años más tarde, adquiere otra dimensión: la gente ya no votó por la esperanza de una paz estable y duradera sino por la animadversión que tenía por las Farc-Ep y por el mismo gobierno. Si a esto le agregamos la creencia desplegada de que los acuerdos de La Habana se metían con la ideología de género y la familia, el coctel quedó servido a favor del NO. Nosotros le hemos agregado a este coctel un pasa bocas: la confianza del gobierno de que el SÍ a la paz ganaba por sí solo y que no era necesario regar mucha mermelada sobre los políticos para que salieran a comprar votos, como lo hacen en elecciones de Congreso y Presidencial.
¿Y qué tiene que ver todo lo anterior con la falsa noticia de que en Colombia se puede revocar el mandato presidencial?
Ah, pues, como políticamente al sistema le ha dado tanto resultado la polarización, qué mejor que cultivarla y llevarla hasta las elecciones de Congreso y Presidencial del 2018 en donde, con cara sigue ganado el sistema y con sello seguimos perdiendo todos nosotros.
Si en el pasado reciente nos llevaban a las urnas con la promesa de acabar con las Farc o negociar la paz, a partir del 2014 nos llevaron a escoger entre Santos o Uribe que son, como dice la gente, la misma perra con distinta guasca. Y parece que por el mismo camino nos quieren llevar a las elecciones del 2018. Hoy en día, para mal de Colombia y de sus gentes, la alternativa democrática no es gobierno-oposición sino los mismos con las mismas.
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Fin de folio.- No es votando con el estómago como podremos sacar a los malos de la casa de todos. Si queremos cambiar no podemos seguir haciendo lo mismo, como alguna vez dijera Einstein.