Ursula von der Leyen y Christine Lagarde se toman el poder en Europa

8 Julio 2019.

Foto: Jim Mattis.

Sus nombramientos en la Comisión Europea y en el Banco Central Europeo han causado sensación y muchas expectativas. ¿Se abre un nuevo futuro para la Unión Europea?

Por: Francisco Henao / Las 2 Orillas.

Hubo humo blanco este martes 2 de julio, cuando el Consejo Europeo llegó a un acuerdo para nombrar los 5 cargos más importantes que deben dirigir y orientar las políticas que se van a implantar en la Unión Europea en los próximos años. Esta pentadirigencia ha tomado por sorpresa a las familias políticas que componen el Parlamento Europeo y despertado todo género de reacciones. El proceso de elección deja varios sectores de inconformes. El primero es el propio Parlamento que se considera debilitado, ya que no ha sido determinante en la elección del presidente de la Comisión, como proponía el Tratado de Lisboa, que pedía “tener en cuenta” los resultados electorales y restringía el campo de maniobra de los presidentes de Gobierno. Algo así como una separación de lo Legislativo y lo Ejecutivo. Fue el Consejo quien impuso su voz y reemplazó las reglas de juego, que aceptaban la figura del ‘spitzenkandidat’ (candidato principal), cuya condición principal era que lo declarara antes de las elecciones y que su partido fuera el más votado. De seguirse este procedimiento, el indicado para llegar a la presidencia de la Comisión era el alemán, Manfred Weber, PPE. El presidente francés vetó a Weber, hubo conato de crisis. “Este desconocimiento significa volver al antiguo sistema, a los tiempos oscuros de los acuerdos por la puerta de atrás”, declaró Weber. Esta postura podría ser contrastada con la expresada por Donald Tusk quien había expresado que no quería “procesos automáticos”, ya que tampoco acogía la norma del ‘candidato principal’.

Igualmente la familia socialdemócrata europea —segunda fuerza del parlamento—, queda desdibujada. Su candidato a la Comisión, el holandés Frans Timmermans, enarbolaba la defensa de las libertades públicas, la preservación del estado de derecho y el respeto de la ley. Pero Hungría y Polonia, a los que ha fustigado por sus abusos de poder, y los populistas de Italia que condenan la inmigración, le negaron su apoyo. Esto, el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, lo ha considerado como un triunfo suyo, ya que calificaba la elección del holandés como “un error histórico”. Esta posición de rechazo de cuatro países del este, es lo que más deja preocupados a los socialdemócratas timmermanos, dado que son gobiernos cuestionados y sancionados por Bruselas.
En ese póker de sorpresas en que se ha convertido la elección del quinteto, nadie esperaba que Charles Michel, liberal francófono, primer ministro belga en funciones, resultara como presidente del Consejo Europeo. Michel llegó hace cinco años, de forma inesperada, con 38 años, a ser el primer ministro belga más joven de los últimos 150 años en la historia de ese país. Ahora repite la historia en el Consejo, de sopetón es vencedor. Su candidatura la presentó a última hora, tras caer opciones como la de la danesa Margrethe Vestager, también liberal, que se quedó con los crespos hechos. Michel ha bebido de la política desde niño. Su padre fue dos veces comisario europeo. Maneja un pensamiento independiente, con un esquema de prioridades definidas y un talante particular. En 2009, siendo ministro de Cooperación y Desarrollo, calificó de “alucinantes, escandalosas e incluso irresponsables” unas declaraciones del papa Benedicto XVI que en un viaje al África dijo que el uso del preservativo “agravaba el problema del sida”. La llegada de Michel, aporta una nueva mirada, una manera de acercar posiciones diferentes, y su capacidad negociadora que lo lleva a convertir lo imposible en posible. Se ve que apuesta a ganar por una nariz, como le encanta al fantástico jockey Frankie Dettori.

El gordo de la lotería millonaria era la presidencia de la Comisión Europea. La sorpresa fue dada por Ángela Merkel, no por algo es la política más poderosa de la Unión Europea. Maneja un carácter sosegado, no hay aspavientos en su postura, pero no pierde de vista que es la locomotora de Europa. Sabe imponerse en silencio y cómo elegir el momento preciso para tomar su decisión. Esta vez se sacó el as bajo la manga sin chistar, dejó sin capacidad de reacción a sus rivales en el instante justo: Merkel nombró para la presidencia a una mujer de toda su confianza, la alemana Ursula von der Leyen, el nombre que reunía todos los sortilegios. El mundo político se quedó sin respiración. Se cuidó bastante de nombrar a la persona que le garantizara cuidar su legado de gobierno.

Ursula es atípica. Para empezar es séptuple madre, lo que ya plantea un enorme interrogante, con semejante responsabilidad, ¿cómo ha tenido tiempo para hacer tantas cosas, rodeada de toda esa chiquillería? Nació en Bruselas en 1958. Los que la conocen dicen que es más fuerte que Merkel. El bachillerato lo terminó en Hannover. Hizo carrera de médico. Ejerció su profesión. La acusan de haber manipulado su CV. También de plagiar su tesis de grado. Lleva 15 años en la primera línea de la política alemana. Amante de los perros y caballos. Le gusta aislarse en una cabaña de montaña, donde el aire puro revitaliza sus neuronas. Su europeísmo es un manto inconsútil —este rasgo hoy constituye un valor fundamental, cuando la Unión Europea amenaza volar en átomos—. Desde el 2005, cuando Merkel llegó al poder, Ursula ha ocupado varias carteras de gobierno. Cuando tiene una idea la lleva a la otra orilla del río, así el río esté caudaloso y con pirañas. Hoy es la ministra de defensa del gobierno alemán —¿sus relaciones con la tropa y la oficialidad?—. Quiere crear una armada para la eurozona. Es federalista. En Der Spiegel declaró en 2011 que le gustaría unos “Estados Unidos de Europa”. Admira el modelo suizo de confederación -este modelo está bien para los helvéticos, donde conviven tres lenguas, tienen una larga tradición democrática, odian la guerra y son el mayor paraíso fiscal de la tierra, que les genera una gran estabilidad-. No tuvo reparos en apoyar el matrimonio homosexual. Firmó una ley que le garantiza a todos los niños menores de tres años un cupo en la guardería, gratis. Ataca la pornografía infantil. Su padre también trabajó en la Comisión Europea, como el padre de Charles Michel.

Pero la ministra de defensa Ursula von der Leyen en su país, al día siguiente de su nombramiento, es objetivo del fuego cruzado por parte de un nutrido grupo de políticos, que podría llevar, si la sangre llega al río, a poner fin a la coalición CDU-SPD que hoy gobierna Alemania. La canciller Merkel (CDU) es acusada por sus socios de gobierno de que su decisión no fue consultada con ellos y de haber traicionado la democracia. ¿Los socialdemócratas alemanes están montando una tormenta en un vaso de agua? SPD en la actualidad atraviesa por graves problemas de credibilidad y su identidad ideológica navega en aguas turbulentas. Sus coaliciones con la CDU de Merkel, desde que perdieran el poder en 2005, les han traído el mal fario y que su electorado perdiera el fervor porque ven que se han escorado a la derecha. Los ven como que se han dedicado a sacar todas las prebendas posibles que produce gobernar. ¿En realidad lo que hizo Merkel, dar el golpe de gracia, eligiendo a Leyen, cuando su manera de gobernar se ha quedado obsoleta y ella misma —está decrépita, producto de tantos años en el poder. Lo que demuestra que ejercer el poder tanto tiempo, conduce a lo irrisorio y a la trivialidad— está en su puesto por inercia, aún en contra de la opinión de su propio partido, ha sido una maniobra, o para ganar tiempo, o para desprestigiar sin piedad a su rival, el SPD?

“Aquí lo que ha ocurrido es un golpe de estado Macron-Merkel”, ha dicho el ex presidente del Partido Socialdemócrata, Sigmar Gabriel, para quien “solo Alemania, con su gobierno en conjunto, decide quién lo puede representar en Europa”, e invita a su partido a abandonar la coalición. Es algo que Gabriel ha venido pidiendo desde que dejó el liderazgo del partido en marzo de 2018. También las juventudes socialistas (Jusos) no están de acuerdo en la coalición y claman porque el SPD vaya radicalmente, con todas sus consecuencias, a la oposición. Kevin Kühnert, líder de los Jusos dijo en diciembre de 2018, “la renovación del SPD será fuera de una Gran Coalición o no será”. En aquellos días hubo una votación sobre este punto. Los Jusos perdieron y ganaron los amigos de Martin Schulz, líder SPD en esos días. Y ese ‘no será’, con la elección de Ursula sigue gravitando en la conciencia de toda la izquierda socialdemócrata alemana.

Sí, el SPD considera “inaceptable” la elección de Ursula von der Leyen y piensa que la forma en que ha ocurrido la elección convierte en un fracaso el intento de democratizar la Unión Europea. Las protestas se extienden a otros partidos como la CSU, donde Edmund Stoiber considera injusto el trato dado a Manfred Weber, “que ha sido humillado por el presidente Macron”. Otro de la misma formación cristiana, Marcus Söder, ministro-presidente de Baviera, expresó una idea que se ha extendido por una gran parte de la opinión pública y de los medios, ha sido una victoria de la trastienda sobre la democracia.

La democracia es eso, poder expresar los puntos de vista. Pero aún más importante que esto, es que esos puntos de vista provoquen resultados concretos. Porque, en efecto, aquí lo que se cuestiona es la votación. ¿Quién los elige? De ahí que David Cameron le planteara su negativa a apoyar la elección de Jean-Claude Juncker, en 2014. Cameron publicó un artículo en Süddeutsche Zeitung, allí decía, “Juncker no estaba en ninguna parte en las papeletas electorales” —refiriéndose a las elecciones de 2014—. Úrsula no se sometió a ninguna elección, no lo comunicó al Parlamento Europeo y salió in extremis de la manga de Merkel. Aquí lo que se ha producido es el ‘síndrome del dedazo mexicano’, cuya única función fue traicionar la Revolución de Emiliano Zapata y Pancho Villa. Estas sinrazones son las que provocan la ira de los electores, los alejan de las urnas, los condenan a la desesperanza. Como decía el político colombiano, Jorge Eliécer Gaitán, el pueblo es superior a sus dirigentes.

¿Lo de Ursula von der Leyen ha sido atado en un solo paquete a lo de la francesa Christine Lagarde, que ha sido elegida presidente para el Banco Central Europeo? ¿Esto se ha generado en el ambiente sombrío, oscurantista, autocrático de la trastienda, donde la democracia fue amordazada y guardada en el armario con doble cerrojo? Lagarde es una abogada que trabajó en un bufete de Nueva York. Allí se americanizó y se fue metiendo en los números siguiendo las circunstancias, que son las que ponen las cosas en su sitio. Es la mujer de la suerte. Como decía Roger Moore, no es el talento lo que me ha ayudado, mi éxito se lo debo en un 99% a la suerte. Sin querer queriendo Lagarde llegó a ministra de Finanzas con Sarkozy, a quien le cayó bien. Después vino el affaire DSK, con las locuras en Sofitel y Strauss-Khan cae. Sin querer queriendo Lagarde resulta de directora del FMI. Y ahora sin querer queriendo, cuando ya todos daban por elegido al sabio economista alemán, Jens Weidmann, en el último espasmo Christine resulta nombrada sucesora de Mario Draghi. Sin merecerlo mereciéndolo. No sabe nada de política monetaria. Pero se sabrá rodear de gente capaz, que es lo que cuenta.

Lagarde, como von der Leyen, sorpresas aparte, agregan un ingrediente picante, son mujeres y es primera vez que como tal llegan a puestos relevantes diseñados para esquemas masculinos. ¿Hacia dónde irá el ‘savoir faire’ femenino? Christine ha construido su mito basada en ser una negociadora dura y enérgica, que no está mal cuando tienes que tomar decisiones económicas que van a afectar a 19 naciones donde habitan 340 millones de personas que utilizan el euro. Su nombramiento se produjo en ‘la trastienda’ (Marcus Söder), es decir es un hecho político, no hubo consenso entre comisión, parlamento, consejo —¿fue solo de Merkel?—. ¿Esta situación hace que su futura independencia, en el ejercicio del cargo, no esté plenamente garantizada, como lo plantean los estatutos? La teoría dice que lo político y lo monetario son ejercicios plenamente autónomos. Jerome Powell está en problemas porque Trump quiere meter las narices en la toma de decisiones de la FED en los Estados Unidos. Hombre, a Powell lo nombró Trump, como a Lagarde Merkel.

Las voces disonantes con Lagarde le endilgan dos actuaciones: una, apoyó el rescate a Grecia, cuando lo indicado era que no. Se defiende diciendo, que “rompimos todas las reglas porque queríamos salvar la zona euro” —¿O buscaba blindar a los bancos franceses que estaba expuestos a perder muchos millones de euros, si Grecia se declaraba de default, que como se sabe es una palabra a la que los banqueros tienen pánico ellos quieren vivir una vida plácida y serena?—. Dos, en diciembre de 2016, el Tribunal de Justicia francés la condenó por “negligencia” —era un caso de 2008—. El Estado fue obligado a pagar 400 millones de euros a Bernard Tapie. Lagarde tenía que haber recurrido esa sentencia, que debía pagar el erario público. No lo hizo, ¿por qué? Tapie era un amigo del alma de Nicolás Sarkozy, su padrino para llegar al ministerio de finanzas que ella ejercía en esa época. Debido a su “reputación internacional” los jueces, de todas maneras, no le impusieron ninguna pena. Es una mujer con suerte. Recibe una economía rengueante, con los populismos ejerciendo mucha presión política y con las tensiones globales que generan el comercio y la tecnología. Empieza sus funciones en el BCE el próximo 1 de noviembre. Le va a caer toda la lava y las cenizas del Etna —el Brexit no es otra cosa— cuando el 31 de octubre Boris Johnson decide que Gran Bretaña se va sin acuerdo y que no pagará los 39.000 millones de libras que vale el divorcio. Esto sería revivir Waterloo, pero en formato de tres dimensiones, con una serie de 30 capítulos de Netflix y banqueros arrojándose desde el Empire State. ¡Chapeau!