Vladdo: Buenas personas y malas conductas

Es hora de que todos, empezando por los periodistas, entendamos que la plata y la decencia no vienen de la mano.

Según el maestro polaco del periodismo Ryszard Kapuscinski, las malas personas no pueden ser periodistas, frase que tiene todo el sentido del mundo, pero que es aplicable no solo al periodismo, sino a cualquier trabajo u ocupación.

En Colombia, uno de los grandes problemas es que trastocamos los términos y confundimos a alguien ‘buena persona’ con una persona buena, conceptos que no son necesariamente equivalentes. Estamos llenos de ejemplos en los cuales individuos encantadores resultan protagonizando las más retorcidas historias relacionadas con corrupción o asesinatos; o protagonizando sonados escándalos políticos o financieros.

¿O es que alguien va a negar lo buenas personas que eran tipos como el exalcalde Samuel Moreno Rojas o Tomás Jaramillo, el de Interbolsa? Y ni hablar de Alberto Santofimio, que con su facilidad de palabra y su claridad mental descrestaba a cualquier contertulio… Sin duda, la familia de Pablo Escobar pensaba que él era un hombre ejemplar, cosa que también se ha dicho de muchas otras personas de oscuros antecedentes.

Y si esta proclividad a confundir la simpatía de alguien con su integridad resulta odiosa, es más detestable esa costumbre de algunos de catalogar a otros como ‘gente bien’. Por citar un ejemplo que duele y ofende, está el caso de Rafael Uribe Noguera, que está lejos de ser un ciudadano modelo pero que antes de saltar a los titulares de la prensa como asesino y violador de una niña de siete años, tenía fama de ser un ‘señor bien’, tranquilo y divertido, pese a los no pocos líos en los que se había visto involucrado, debido a su mala conducta.

Al hablar de semejante espécimen, algunos excompañeros de colegio y amigos lo describen con no poca benevolencia y comentan sus desenfrenos y sus excesos como si se tratara de inocentes pilatunas. Una rumba salida de control aquí, una tesis cuestionada por plagio en la universidad, una escena con prostitutas más allá, un altercado con los vecinos más acá, etcétera…

Por supuesto, toda esa condescendencia se debe a que todos se sienten de los mismos, ‘gente bien’ que no se explica cómo le pudo pasar eso a ‘Rafico’. Lo triste es que en situaciones como esta algunos medios también pequen y se presten para proteger la imagen de un delincuente, solo porque pertenece al estrato seis. A pesar de todas las evidencias que conectaban a Uribe Noguera con el crimen, en varios reportes noticiosos lo mencionaban al principio como “un conocido profesional” o “un joven arquitecto”, perteneciente a una “prestigiosa familia”, pero sin atreverse a divulgar sus nombres y apellidos.

Pero ¡ay de que un sospechoso sea de Bosa, Fontibón o Ciudad Bolívar! Ahí sí las cámaras y los micrófonos penetran morbosamente hasta los más recónditos rincones de su intimidad, exponiendo a todos sus parientes, sin tener en cuenta “el drama de una familia que no puede responder por todos los errores de uno de sus miembros”.

Es hora de que todos, empezando por los periodistas, entendamos de una vez por todas que la plata y la decencia no vienen de la mano y que la perversión y la maldad no son exclusivas de ningún estrato social.

Colofón. Imposible no conmoverse hasta las lágrimas con la historia de Jeison Aristizábal, el colombiano de 33 años que acaba de ser declarado Héroe CNN 2016, por su trabajo en favor de cientos de niños en situación de discapacidad. “Sobra decirles que sí se puede soñar y sí se pueden cumplir los sueños”, dijo emocionado Jeison, quien nació con parálisis cerebral, pero que gracias a su mamá aprendió a valerse por sí mismo y ha salido adelante. Al concluir su corta intervención en Nueva York, el domingo pasado, el auditorio estalló en aplausos. Con toda razón.
@Vladdo

Tomado de:El Tiempo.com